Libros peligrosos de Juan Tallón según José María Izquierdo

TALLON-COVER còpiaEl miércoles Juan Tallón presentaba Libros Peligrosos en la librería Tipos infames de Madrid y lo hacía acompañado del periodista José María Izquierdo. Nos gustaron tanto sus palabras que, al final del acto, le pedimos si podía mandárnoslas y fue tan amable de hacerlo; pero no solo eso, también nos ha autorizado a publicarlas en nuestro blog.

Es un auténtico honor para la Agencia Literaria Letras Propias poder difundir el texto dedicado a Libros Peligrosos (ed. Larousse) de este gran periodista:

«Les cuento antes de nada el origen de este libro. La editorial Larousse le encargó a Juan Tallón que seleccionara algo así como los libros de su vida. Lo mismo hizo con Jaime Urrutia, pero con canciones, y a Javier Tolentino con películas. Los dos últimos eligieron en torno a 70 canciones uno y 70 películas, otro. Pero quien hizo el encargo a Juan Tallón debía tener tan solo un conocimiento somero de cómo se las gasta nuestro amigo.

Recuerda Tony Judt en su Refugio de la memoria, ese libro escalofriante, tan luminoso, lúcido y estremecedor como triste, que cerraba una vida de enorme aprovechamiento intelectual para todos nosotros, que la gran Gertrude Stein le contestó un día a algún impertinente que afeaba la ausencia del tema de la mujer en una de sus charlas en la Universidad de Boston, que “No todo puede tratar sobre todo”. Y así también lo creía yo, he de confesar, hasta que me encontré con estos Libros peligrosos de Juan Tallón. Porque este tipo que tengo aquí a mi lado ha logrado compilar en unas cuantas páginas, bastantes, casi trescientas, una sucesión engarzada con sorprendente destreza de relatos, glosas, comentarios, acotaciones, exégesis, elucidaciones y sigan ustedes consultando el María Moliner para hallar seudónimos, en las que primorosamente encuadernadas por Larousse, todo hay que decirlo, hay una obra sólida e imaginativa en la que precisamente TODO TRATA SOBRE TODO. Seamos comprensivos con Gertrude Stein, porque la norteamericana no tuvo, desgraciadamente para ella, la oportunidad de conocer a Juan Tallón.

Juan Tallón y José María Izquierdo en la presentación del libro en Tipos infames
Juan Tallón y José María Izquierdo en la presentación del libro en Tipos infames

Pero este libro no es solo compacto, extraordinario y creativo, cosido con habilidad de lagarterana, como en verdad lo es, en un juego de altura como aquél de la tula, donde un chaval le daba la vez –tú la llevas, decíamos- al siguiente. Un libro, un autor, una frase, nos lleva al que sigue y a la vez está relacionado con el anterior, en una cadena sin fin en la que nunca sabes si subes o bajas como en aquellos dibujos de Mauricio Cornelio Escher. Sin embargo, para completar el justo elogio que esta filigrana de Juan se merece, estamos obligados a entrar y alimentar el alma en el auténtico reino tallonesco, por así decir, que no es otro que el del humor, con muchas mayúsculas, donde habita con una autoridad apabullante este tipo, verdaderamente infame, a qué negarlo, de Juan Tallón. Juan entretiene a la par que ilustra, como rezaban aquellas enciclopedias de nuestra infancia –o mía, que la de ustedes es otra- que querían cumplir la máxima de enseñar deleitando, aquel prodesse et delectare de Horacio, que no solo Tallón va a presumir de cultureta. Es el del humor un universo del que nuestro autor domina todos los registros, como nos va demostrando página a página. Allí, en ese mundo, alternan la ironía, el sarcasmo, la socarronería, la mojiganga y la cuchufleta. Porque este libro, como los anteriores de Juan que he podido leer en castellano, El manual de fútbol o El váter de Onetti, también presume de humor. A corazón e inteligencia descubiertas. De un humor sutil y permanente en el fondo de toda su obra, pero que no abomina de convertirse en descacharrante en muchos momentos de regocijo para el lector. Estallan frases y metáforas, pensamientos y situaciones de un pedazo de escritor capaz de articular un relato extraordinariamente preciso en torno a Juan Marsé, Philip Roth o el recientemente desaparecido Mark Strand, al tiempo que se nos muestra como un impertinente desahogado ante Rousseau, Kant o Parménides, que ya hay que tener desparpajo para acercarse a todos ellos con una actitud tan osada como la de Juan Tallón, siempre dispuesto a pelearse con actitudes tan ridículas como la rigidez o la intolerancia.

Pasa con él, ya lo verán ustedes, que según avancen en la lectura se encontrarán cada vez más satisfechos porque no se avergonzarán de reírse en el autobús, si en ese colectivo se produjera la lectura, porque serán perfectamente conscientes de que están leyendo algo inteligentemente divertido. A todos nos ha pasado con un párrafo de Cortázar. Y somos felices por habernos reído, por haber tenido la oportunidad de subrayar con la sonrisa o la carcajada ese rayo de talento. Les pasará lo mismo. Es que voy leyendo a Juan Tallón, dirán ustedes orgullosos a sus fortuitos acompañantes en el transporte público si acaso les interpelaran.

Me van a permitir que les dé algún pequeño consejo para la mejor lectura de estos Libros Peligrosos. Mejor el picoteo que el atracón. Esto es, elijan un día la página 35, donde Perec, tras tropezar con Dos Passos, se topa con Flaubert. Al día siguiente se van hasta la 82, donde está emparedado Descartes entre Talese y Morábito, luego se marchan a la 162, donde Pla viene de charlar con el pequeño Monterroso para ir a parar a casa del limeño Rybeiro y, dos días después pueden visitar al pobre Ramiro Pinilla en la página 249, enganchado por un lado del vagón interminable que es este libro a Mateo Díez y por otro a García Márquez. Esto es, abran por cualquier página y degusten el bombón, pero quiero advertirles muy seriamente que no cedan a la tentación de dejar vacía la caja –y les costará hacerlo, su lectura es adictiva- porque acabarán como aquel Pedro Camacho que en Tía Julia y el escribidor no sabía quiénes eran esos personajes de los que hablaba ni cuál de sus obras protagonizaban. Tampoco traten, por favor, de intentar saber qué ha visto Tallón en Bolaño para pasar sin pausa a Lispector o en Blanco Amor para atarse a Vallejo. Él sabrá y a lo más que podemos aspirar es a que ahora, tras esta tabarra que les estoy dando, nos explique alguna de esas perversiones.  

10421320_617283578400705_8604894102431716998_nYa se darán cuenta a lo largo del rico texto de que en no pocas ocasiones tendrán la tentación de pensar que Juan Tallón se ha inventado todas y cada una de las citas, anécdotas, hablillas o lances que inundan este texto, cual si un cocinero loco, tal que Ferrán Adriá, apareciera aún más loco de lo habitual, y cocinara un soufflé relleno de miles de sustanciosas sorpresas.

Juan ha logrado hacer con Libros Peligrosos un cocido, una olla podrida o una escudella, vaya usted a saber qué es, repleta de tropezones, en la que resulta imposible meter la cuchara sin encontrarte un rico trozo de jamón, de morcillo, de chorizo o de morcilla. Pero no se vayan ustedes a creer que conservar el sabor exacto de cada pieza al tiempo que casan en un resultado preciso y suculento es una operación sencilla. En absoluto. Solo los grandes cocineros, como el mismísimo Ferrán al que hemos invocado, o bien aquella señá María de la aldea remota, son capaces de echar centenares de cosas sueltas en un puchero y lograr un guiso todo él sabroso, armónico, reconfortante, conjuntado, nutritivo… y además a un precio más que razonable. O sea, bueno, bonito y barato.

Porque esa es otra. Hace algún tiempo, en 1983 nada menos, Umberto Eco publicó en El País un artículo que se titulaba Lo que cuesta escribir un best seller. Allí, el catedrático de Bolonia hacía un repaso de cuánto dinero les había costado escribir a los autores más populares sus novelas más famosas. Así, por ejemplo, Robinson Crusoe debió salirle barato a Daniel Defoe: un billete de ida y luego, en la isla, solo era cuestión de aprovechar el material de desecho. Muerte en Venecia, en cambio, le costó un congo a Thomas Mann. Basta pensar, decía Eco, en el precio de una habitación con baño en un hotel del Lido y en que en esos tiempos un caballero como Aschenbach se gastaba una fortuna sólo en propinas, góndolas y maletas Vuitton.

10806213_617286025067127_2471636710557828674_nSe preguntarán ustedes a qué viene esta digresión. Estoy tentado de decirles que a nada, como las que introduce Tallón en Libros peligrosos. Pero no es cierto, no. Quería decir con el párrafo anterior que creo que a Juan no le habrá costado gran cosa la elaboración, porque estoy seguro de que casi todos los ejemplares que cita han sido robados de las librerías de los amigos, quizá con el socorrido oye, me dejas éste o aquél. Porque ya ven ustedes que nuestro amigo no luce, precisamente, un aspecto de potentado, dicho sea sin ánimo de faltar. Y es que, así a lo tonto, los libros citados sobrepasan los quinientos, lo que a 20 modestos euros por cada ejemplar, sitúa el coste final del gaudeamus en más de 10.000 euros. ¿De verdad creen que tal cantidad ha podido salir de los bolsillos de nuestro amigo?

Pero en cambio, este libro significa para ustedes, déjenme que les arranque el tacaño que todos llevamos dentro, una auténtica ganga. Por el módico precio de 14,90 euros para todos ustedes, para el nene y la nena, podrán luego presumir ante familiares y amigos, e incluso entre sus seres queridos, de saber más o menos, comme çi, comme ça, de qué va tanta joya de la literatura universal.

Lo dicho: un chollo.

Y eso sin recordarles que este Libros Peligrosos de Juan Tallón es una obra de lectura gozosa. Y lo es porque está extraordinariamente escrito, inteligentemente trenzado, nos llega repleto de sabiduría literaria pero también, y no sé si decir que sobre todo, de humor, mucho humor. Leer a Tallón, ya lo verán, es toda una fiesta.

Disfrútenla con alegría, con mucha alegría, háganme el favor».

Muchísimas gracias desde aquí a José María Izquierdo por habernos permitido publicar sus palabras en nuestro blog.

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